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jueves, 15 de septiembre de 2016

— Aspirar, exhalar - observar, expresar.

Obra por Fernando Vicente.
A quien voy a mentirle, a mí lo que me gusta -de verdad, con todas mis ganas, a rabiar- es escribir. Soltar, modelar, jugar, expresar los sentimientos, las situaciones, la vida. 
Hacerlo, sin embargo, es como saltar desde el edén de la comodidad hacía el abismo que es uno mismo. 
Ya lo he dicho, ya lo volveré a decir -pero la próxima vez en alto-: es cuando escribo que siento, para bien, para mal, quien soy. No cuando hablo con otros y todo terminan siendo palabras por decir y sensaciones que no se dijeron, no cuando bailo, ni cuando me encierro en mi mundo por horas para crear obra plástica. Esto, este ratito de poder desahogar todo lo que callo, así, sin miedos, sin interrupciones ni personas ni situaciones que lo deriven de un extremo al opuesto, esto es para mi la verdadera libertad. Esto y no otra cosa. Esta es mi verdadera razón de ser, y quizá por eso mismo es también una de las cosas que más me cueste hacer. Porque, ¿para qué engañarnos? decirse a sí mismo, al prójimo, y a todo aquel que quiera poner la oreja y escuchar, lo que uno es y siente auténticamente, nunca fue fácil.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Lo —normal.— REUNIÓN CON JEAN-PAUL SARTRE.

During a trip


Lo que me gusta de las palabras, es la eternidad que desprenden.
El vídeo, la grabación de voz y las fotografías nos enmarcan en un instante finito, no nos permiten ir más allá de él. Como un recuerdo. Siempre el mismo recuerdo. Nada más que un recuerdo.

Pero las palabras no son momentos, -aunque nazcan de la fusión del ser y su situación- las palabras simplemente son. Y por ser, se hacen infinitas. Por supuesto, al parirlas uno se hace eterno junto a ellas. Uno puede morir, que sus palabras escritas siempre evocaran vida.

Medité esto mientras terminaba de preparar las maletas que me llevaría al bosque. Mas tarde, en el tren, me di cuenta.

Observaba los campos primaverales y los cipreses pasar ante mis ojos. Ingenua. Y de pronto entró en mi una revelación, comprendí entonces el tremendo acto de hipocresía que había estado cometiendo.

A mis más cercanos les había dicho -incluso, a mí misma me había dicho- que me aislaría durante un tiempo en alguna cabaña dónde cerca habrían árboles, pájaros cantando y aire puro.

-De verdad irás sola.
Me decían asustados, a lo que yo asentía con fervor.
-Sí, claro, por supuesto, necesito un tiempo ermitaño.

No me daba cuenta, no me había dado cuenta antes. No me iba sola, no era tan valiente.
Pese a que nadie me acompañara físicamente, me llevaba una caja llena de libros, y miles de conversaciones esperando retumbarme los pensamientos.


Todos habían preguntado por qué me iba. No hubo nadie que lo entendiera del todo. Ni si quiera yo misma. Pero me alegra que pese a ello lo respetasen.

Me hubiera gustado admitirles que aquel era un completo acto cobarde.
¿De qué huyes? hubiese preguntado alguno si alguien -entre los que me incluyo- hubiera querido provocar tal situación.

Me hubiese gustado, porque es precisamente a ellos a quienes no les confieso nunca de esa ansiedad que me causa la vida en la ciudad. Las redes sociales, las máscaras, rolles, estereotipos y todo este circo carente de sentido.

No hubiera ganado nada por hacerlo. Ellos, de haberse parado a meditar con seriedad sobre esto, podrían haber salido perdiendo. O lo que es peor, indiferentes.
Prefería y prefiero no arriesgar a que lo piensen con seriedad y que entonces tampoco haya marcha atrás para ellos. No soy nadie para arrebatarles su felicidad.

Esa era mi verdad. Estaba cansada del mundo que me había sido dado.

Hay personas que piensan en otros planetas distintos a este, en si habrá vida en ellos o si se podrían habitar. Yo pienso que en este mundo hay muchos mundos, que no hace falta irse a otro para descubrir otras realidades y que esos nuestros mundos están unidos, aunque lo obviemos, por la causalidad.

La desgracia es que nadie quiere ser consciente de esto mientras compra compulsivamente o presume de tomar café en una terraza. Maldigo a las redes sociales por ayudar a promover que esos actos vanidosos son "el bien", "lo que hay que hacer", "lo normal."






Yo no soy esa,

  Artist: Brett Allen Johnson Yo no soy esa. Bueno, sí sigo siendo Pero sin ser. No sé si me explico; Soy y no soy Sigo y no sigo siendo es...