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sábado, 8 de octubre de 2016

Inmóviles.


Obra por Max Ernst
No hace falta ver
ni oír el rugido del
león para saber que está ahí.

Aunque no hayan
dentaduras que nos amenacen,
ni pelajes inmensos que
sobrepasen nuestra fuerza humana.

Ni león,
ni leones.

Está ahí.

Habita en nuestros miedos,
dirección a la calle sin
salida de la agonía. Dónde

el tic-tac del reloj marca las siete del
siete del año que viene.

Y nunca llega,
y nunca pasa,
y nunca se calma.

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