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miércoles, 8 de enero de 2014

Ven amor en un mar, dónde yo ya sólo veo agua.

Según la ví  aposté a que seguiría siendo esa persona reservada y bondadosa de la que me habían hablado.
Y sí, a pesar de todo lo acontecido, parecía seguir siéndolo. Era como si aún no reparara demasiado en mostrarlo, como si todo el odio que habían intentado imponerle no fuera suficiente para que ella destruyera la relación con su yo interior y se alejara de esa forma de ser tan particular que tenía con ella y con el mundo. Aunque, para ser sincero, lo poco que sabía de ella, me hacía pensar que si en algún momento se veía tentada por la suerte, podría hacer hasta lo más inesperado.
No, no era distinta, era real.
Me había sonreído muchas veces desde el poco tiempo en el que la conocía, pero nunca tan como ese día. Deseé como nadie preguntarle la causa de la felicidad que llevaba puesta en ese momento tras lo que había parecido un largo tiempo dejándola colgada en el armario, pero por muy grande que era mi deseo de saberlo, mayor aún era mi vergüenza. 
Me cuestioné también el preguntarle sobre su vida en general, pero  tampoco lo hice, después de todo y trás unos  meses con sabor a café, ya debía estar cansada de que se lo preguntaran. Se lo pude  notar en lo que no decía, en los temas que parecía que evitaba que pasaran por mi mente o incluso, por la suya propia.
Intenté por ello no nombrar nada de eso que supuse que no querría que le nombraran, pero no pude evitar que no pasara. 
La miré con simpatía hasta que mi vista se apartó de ella en un intento de esquivar a dos amantes que iban besándose al andar. Cuando mi mirada volvió a encontrarse con la suya,  soltó un "ven amor en un mar, dónde yo ya sólo veo agua".
Entonces mi forma de mirarla cambió y me aventuré a responder: "yo sólo te veo a ti".
Y sonrió como seguramente hacía mucho que no lo hacia, con esos ojos llenos de un brillo que rebosaban ilusión, esa que tanto ella como yo habiamos intentado disimular. 
Entonces supimos que el comienzo de algo nuevo estaba justo ahí, delante de nosotros, en nuestras pupilas, en nuestras ideas y en todas esas risas que también se aventuraron a salir.

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