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sábado, 30 de abril de 2016

De expandir la mirada. -La Danza de la Realidad.-

La Entrada de Cristo a Bruselas, James Ensor.

Si se trata de ver una película, en los tiempos que corren dónde Internet está a la orden del día, lo primerísimo a lo que recurrimos es a buscar la ficha en la que se precise la sinopsis del film y la puntuación dada por los usuarios.

La pregunta ahora sería; ¿en qué se basan estos para calificar una película de 4 o de 8?

Está claro que el mercado cinematográfico nos bombardea con películas americanas o basadas en este estilo. Películas en las que se persigue el amor romántico, el superhéroe que todo lo puede, las "bobadas" de la vida. 
Cómo diría Jodorowsky; "está bien entretenerse. 
Pero no es lo único."


Hay otro tipo de arte en fotogramas que nos muestra realidades. Qué nos resultan, de primeras, completamente incómodas de ver porque se alejan de la idea de película que nos han vendido. Pero que, sin embargo, guardan bajo su trama una carga de significado y emoción como pocas.

Filmografías que de alguna manera se asemejan más a las escenas cotidianas de la vida, que esas que a la par que nos divierten, atentan con que equivocamente sean interpretadas como modelos de realidad a seguir.

Cómo algunos ya habréis visto venir, voy a comentar una obra de Alejandro Jodorowsky. En este caso, se trata de La Danza de la Realidad

Debo confesaros que los primeros 15 minutos de la película fueron de replantearme qué me hacía no poder quitarla. ¿Qué por qué no lo hice? Porque sabía a lo que me enfrentaba al ver una película de Jodorowsky. Quería comprobar con mis propios sentidos, si era cierto lo que este hombre promulga sobre sus películas; impacto visual, un no sé qué, que qué sé yo, y reflexión. 

Y no miento si os digo que así ha sido. Me ha sobrecogido, me ha emocionado, me ha roto los esquemas en un no poder despegar la mirada.
(Si no la habéis visto, antes de continuar leyendo, deberíais hacerlo).

De las cosas que me han llamado la atención, os revelaré dos.

Una de ellas es la magnifica forma en la que Jodorowsky relata su autobiografía. Sus apariciones encarnado en su -yo actual- que acunan o ániman a su -yo pasado.- Y cómo lo alenta a seguir y ser fuerte en situaciones duras, puesto que son, precisamente esos momentos de fragilidad los que le llevarán a ser la persona fuerte que será, con el tiempo.

Por supuesto, la escena del muelle en la que se despide de los personajes que deja atrás y como no, de esa parte de sí mismo que también se quedará para siempre en  Tocopilla (Chile), es majestuosa. 

La estampa posterior a esta, muestra a su -yo actual-, a su -yo pasado- y a su -yo futuro- que pese a ser distintos, viajan en el mismo bote. Bote en el que al final tan sólo queda la representación de su -yo futuro-, un esqueleto en la eternidad y en el viento. De nuevo, me hallo maravillada ante la carga emocional y conceptual que guarda este film.

Y por otro lado, el papel de las máscaras, que bien podrían recordarnos a las representadas en las obras de James Ensor. No sólo por el hecho de recurrir a ellas, -elementos de expresión fija- para reflejar seres indiferentes, sino también por los gestos/movimientos que se han sabido atribuir a estos.
Así pues, logra mediante ellas reflejar una actitud muy presente en nuestra sociedad actual. 

Resulta un representación tan surreal de la vida como real en sí misma. Una paradoja de lo inefable del ser humano. Y cómo no, de lo sublime que habita también en él. 

Sin duda. deberíamos expandir nuestros horizontes hacía este tipo de cine, en lugar de aferrarnos únicamente hacía ese al que nos orientan. Films que, dándonos cuenta o sin ser conscientes, nos guían hacía unos estilos de vida consumistas y poco austeros.

-La danza de la realidad-


4 comentarios:

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