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martes, 1 de julio de 2014

Bella durmiente.

Me acariciaba las manos. "Qué frías" le escuché decir mientras las arropaba cariñosamente. Tenía unas intenciones que dejaban claro que si pudiera, se desviviría por las mías.
No era nada de lo que dijera, ni nada que escribiera, porque ni si quiera sabría convertirme en poesía. Pero si hacía de cada cosa pequeña y tonta, un motivo por el que sonreirle a la vida.
Le miraba y veía ahí la posibilidad de crear mil historias sin fin ni arrepentimientos.
Me encantaba, lo hacía, de verdad. A lo mejor fue eso lo que hizo que repentinamente cambiara la expresión de mi cara.
Quería y deseaba entregarle de mi tiempo, pero me fue inevitable empujar a las posibilidades cuando se me pusieron delante. No era yo, no era que no me gustara el amor. Era el sabor amargo del ya saber por adelantado que empezar una comedia, puede terminar en tragedia.
No me extrañó que notase lo que estaba pasando. Me dedicó una sonrisa y me sujetó eso dónde yo misma sostenía una parte de mí. Me hubiera encantado que su dedicatoria hubiera servido para apagar mis infiernos no solo durante unas pocas horas, sino durante todas las necesarias para hacer de mis demonios, cenizas barridas para siempre. Pero no pudo ser.
Me miró como si todo cuando yo lo sentía como si nada e hice eso que ya había hecho otras veces. Me marché lejos. Lejos sin mirar lo que hubiera podido ser. Lejos sin entregarle ese pedazo de mí que ya no suelto por temor a permitir que lo sujeten, se les resbale de las manos, y que la que caiga sea yo.
Cogí mis zapatos y los llevé dónde nadie pudiera hacer intento de ponérselos. Era mejor hacer eso que jugarme la vida en sus besos o vivir con la incertidumbre de no saber si poder corresponderle con la misma mirada. Si no me hacia creer en la magia, todo lo que hiciera no valdría de nada.
Cerré los ojos en un intento de recordar lo que se sentía, y temí no volver a sentirlo nunca más. Los cerré como todas esas puertas que encierran tras ellas la ilusión. Huí de los besos apasionados y de las tardes de sólo quererse, pero lo hice con la esperanza de que un día (no sé cuál), alguien me bese las dudas y despierte todas esas cosas que ahora se mantienen adormecidas en alguna parte de mí. Ahí, dónde reina el frío.


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