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jueves, 13 de febrero de 2014

Just somebody that I used to know.

 No solía pasar, pero aquella noche pasó.
Una nueva decepción causada por una mala decisión la llevó a recordar pasadas decisiones. A pensar si las elecciones que tomó en su momento fueron buenas o no. Si había merecido la pena hacer todo lo que hizo por llegar hasta el punto en el que ahora se encontraba, o si por el contrario debía haber actuado de otra manera.
Fueron esos pensamientos los que ocuparon su mente hasta hacer que olvidara por completo que estaba allí no para cuestionarse su vida, sino para dormir.
(Pero cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde como para preocuparse por la hora)

Y no, no era la idea de haber tomado el camino equivocado la que la hacía tambalearse, era el hecho de meditar en como pueden cambiar las cosas para siempre por llevar a cabo  una simple decisión. Porque lo pensaba y se preguntaba dónde estaría ella ahora mismo si hubiera seguido por dónde iba, y lo más importante; ¿con quien?

Algo de pena se coló por sus venas y le alteró la presión de la sangre, y no pudo evitarlo, no pudo evitar sentir eso aunque supiera que realmente había hecho lo correcto. ¿Un mal día? puede ser. 
El caso es que algo le hizo volver a querer saber de él, y se preguntó si debía molestarse en marcar su número, qué aunque la ira hubiera hecho que lo perdiera, aún no había logrado que lo eliminase de su cabeza.
Y a todas estas, miraba fijamente el aparato mientras se cuestionaba si debía o no llamarlo, o darle a saber que una parte de ella siguía pensando en él. 
Lo cogió en un intento de decidirse pero con la misma lo volvió a colgar. Lo siguió observando mientras reflexionaba sobre la idea de que seguramente él pudiera estar igual.
Cuando se quiso dar cuenta ya volvía a tenerlo entre sus manos otra vez, entonces fue un recuerdo más oscuro que la noche el que la atravesó por completo, el mismo que le hizo saborear el sabor amargo en el que se torna la sal cuando no es deseada. Y con la misma dejó el teléfono es su mesa de noche para no volver a tocarlo más, pero ya era tarde, ya sabía que había vuelto a ser la misma tonta de siempre.

Entonces se preguntó que hubiera pasado si hubiera llamado, que hubiera sucedido de haber marcado los números y de haberse arriesgado, pero aunque la pregunta la reconcomia, prefería vivir con la intriga toda la vida, a seguir con la etiqueta de 'estúpida' sobre sus costados.
"Viva el orgullo" dijo para sí en bajo.
"Viva".

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