Y es bonito, muy bonito, cuando sientes que tienes ante ti una persona así. De esas que te hace sentir cuando te sostiene entre sus brazos que tu hogar está dónde esté ella, como si siempre le hubieras pertenecido. Inclusive, desde antes de conocerla. Porque antes de hacerlo, ya la imaginabas. Le ponías el interrogante en la cara, se la difuminabas, pero ya soñabas despierto con que ese alguien fuera tan como será y como te hará sentir quien tendrás delante.
Sabrás algún día de esa sensación, de sentir que nada más importa en el mundo mientras permanezca allí; preocupándose, haciéndote reír, acariciándote y mirándote como hasta entonces nadie lo habrá hecho nunca antes. Y le devolverás esa atención junto a todas esas caricias (o más), y jugaréis a daros cariño, pero sin jugar.
Continuarás jugando al quiero y no sé si debo hasta que no aguantéis más y haya beso. Es ahí cuando el palpito se descontrolará aún más.
No sabrás explicar esa sensación, porque antes jamás, jamás la habías vivido.
Y te alegrará sentir que ahí sigue tu miocardio, sorprendido, porque justo dio con lo que buscaba en el momento exacto en el que se cansó de buscar. O algo incluso mejor, algo real.
Sentirás, cuando se den todos estos hechos, que un paro cardiaco en tal situación no sería una buena forma de morir, pero que de haberlo hecho, lo habrías hecho feliz.
Y no podrás dejar de sonreírle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario