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jueves, 10 de abril de 2014

je t'aime

Si te cruzas con ella, lo mejor será que evites el tema del amor, porque te empezará a hablar sobre que cada momento, cada situación o cada persona tienen un sabor distinto. Y que en todas ellas hay que buscar siempre la melodía de la vida. Esa que a muchos les suena a bullicio de calle, pero a unos pocos sabios, a caminar por no se sabe dónde, con un cielo despejado y una alegría peculiar que se deja llevar por el ritmo de cualquier acordeón callejero.
Y recalcará que no tienes que sentirte mal si en la búsqueda te pierdes y tienes que dar media vuelta y regresar, porque pocas personas son las que tienen ese edén en sus miradas y por pocas valdría la pena arriesgarse a pederlo. Pero sin duda, conocer una que sepa como bailarte las sonrisas y hacerte olvidar las sombras de ese paraíso a luces que es la vida, merece el riesgo.
Qué la vida es saber disfrutar los pequeños detalles, solo, o acompañado de alguien que entienda que ahí reside la verdadera felicidad, porque no hay nada como que se junten dos personas que entiendan del mismo tipo de alegría.

Cuando le conoció (ohhhh cuando le conoció), aquello fue una explosión de fuegos artificiales en sus ojos. Le miraba y veía en él ese no se qué, qué ella sabía que podría hacerle volver a sentir la magia de Montmartre al atardecer, con 'la vie en rose' de fondo. Porque cuando él sonreía, todo era tan parís al anochecer entre luces.

Es cierto, le conoció cuando su situación y sus besos sabían distinto. Fue el hecho de conocerle, el que la hizo querer deshacerse de ese sabor, para darle paso así al que aquellos labios varoniles la incitaban a probar. Porque ella hacia mucho las cosas sin pensarlas antes un par de veces, pero nunca degustaría dos sabores distintos a la vez. 
Incluso, estaba dispuesta a dejar de pasearse por el Moulin Rouge y aparcar toda esa  locura roja sin si quiera pedírselo él, sólo por ganarse el sentir sus brazos rodeándola en el puente parisino de passarelle des Arts, tras coronar su amor bajo un candado que permaneciera allí por toda una eternidad, de la misma forma que ella quería quererle.
Sí, él tenía ese edén en el brillo de sus ojos. El mejor, sin duda.

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