y me diste alas doradas diciendo
que solo yo te hacía volar
y que podíamos ir en invierno y volver en la cálida primavera
y seguir nuestro rumbo al compás.
Lo dijiste, lo recuerdo, fue así, lo hiciste.
Y querías rozar el sol conmigo al hacerlo
porque decías que la tierra es para los que no sueñan
que la luna y todas las cosas de allá arriba eran nuestras.
Me dijiste que voláramos, y lo hice,
y pobre de mí que me diste alas doradas
y luego supe que eran de mantequilla.
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