Hay canciones que son felicidad. O los felices somos nosotros y ellas solo nos ayudan a darnos cuenta. Quizá.
El caso es que recordó cuando leyó La princesa de hielo porque se sintió como cuando Patrick fue feliz al escuchar una melodía de esas sonar repentinamente en su coche. Y le agradeció a Camila Läckberg el haberle hecho conocerla.
A ella ya no le compensaban todas esas noches que fueron, practicamente, de querer arrancarse los latidos y quedarse como los seres fríos que parece que abundan ahí afuera, dónde nada es seguro. Ya no.
Y no parecía tener una razón exacta para ser feliz ahora, o sí, dependiendo de a quien le preguntes.
Sin embargo, allí estaba, cantando "Respect" como si le fuera la vida en ello. Cambiando así el tipo de ansiedad que sientes cuando crees no sentir nada, por la que sientes, cuando crees sentirlo todo.
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